lunes, 6 de agosto de 2012
Plumas
Cuando terminé la carrera de Magisterio , con 21 años, no quise dejar de desarrollar una de mis facetas: la de dibujante. En aquella época se llevaba el Diseño. Cuando conocías a alguien nuevo, en broma, le preguntabas:" ¿Diseñas o trabajas?".
Yo me diplomé en una escuela de Diseño de Moda en Madrid y cursé estudios durante tres años. Disfruté muchísimo, aprendí a dibujar de verdad y diseñé colecciones, una de las cuales realicé en tela con zapatos, pendientes y sombreros incluidos, todo muy artesanal y muy creativo, pues incluso teñí yo misma las telas. Me gustaba mucho dibujar, así que tengo guardados muchos trabajos de aquella época.
Hoy os presento la colección "Plumas". El ejercicio consistía en imaginar una pluma y plasmar sobre papel color en movimiento.
Cuento para niños de 2 a 8 años: El lobo que dejó de ser feroz
Hace unos años, cuando mis hijos eran pequeños, inventé un cuento para que mi hija comiese más fruta y verdura. En ese momento estaba en Educación Infantil, tendría cuatro años, y tuve la oportunidad de contar el cuento en su clase además de en cuatro cursos más de su colegio. Mientras se lo contaba, iba dibujando en un gran papel que cubría buena parte de la pizarra al pobre lobo desesperado , y les daba tanta pena verle llorar, que cuando acababa el cuento me pedían que le borrara las lágrimas y le pintara una sonrisa, porque ya comía fruta y verdura y era un lobo feliz. Con los años, curiosamente, he visto en el mercado cuentos muy semejantes a éste, que sin embargo no está publicado. Las buenas ideas surgen en las mentes de forma que parece que estemos todos conectados. Qué interesante. Espero que os guste tanto este cuento como a aquel grupo de niños que son hoy unos adolescentes y que comáis en vuestra dieta diaria fruta, cereales y verdura para estar sanos y felices.
EL LOBO QUE DEJÓ DE SER FEROZ
Hola,
amiguitos. ¿ Sabéis quién es este personaje que está sentado encima de esa
piedra? ¿Es una rana? ¿Una serpiente? ¿
Una gallina? Noooo. ¡ Es un lobo! ¿ A que le habíais conocido desde el
principio?
Es un lobo feroz, que siempre tiene ganas de
comerse a nuestros personajes favoritos
de los cuentos. A veces se come a las niñas con sus abuelas incluidas. Pero,
¿qué veo, amiguitos? El lobo está llorando. Vamos a acercarnos más, a ver qué
le pasa.
-
Ejem.., hola amigo lobo, ¿por
qué lloras? ¿ Te duele la tripa? ¿Te has perdido?
-
Lloro porque estoy muy
triste. Nadie quiere ser mi amigo. Todos salen corriendo nada más verme, y
siempre estoy hambriento.
-
Claro, si no te los quisieras
comer a todos... ¿Has probado alguna vez a hacer amigos sin la intención de
comértelos después?
-
Si es que siempre tengo
hambre.No sé qué hacer. A ver si tú puedes ayudarme. Te voy a contar mi
historia:
Un
día vinieron al bosque tres cerditos
buscando materiales para hacer sus casas y observé durante varios días cómo las
iban construyendo. Como tenía hambre, y estaban tan mal hechas, les convencí a
fuerza de soplidos para que salieran a la calle, pero terminaron refugiándose
en la casa del hermano mayor, que era de ladrillos, y no me quedó más remedio
que entrar por la chimenea. Desde entonces mi cola tiene otro color, pues se
chamuscó entera, y encima me quedé con hambre otra vez.
Otro
día salí del bosque, y vi un grupo de siete cabritillos con su mamá. Les seguí
hasta su casa, y cuando su madre se fue a hacer la compra, intenté entrar, pero
tenía que enseñar la pata por debajo de la puerta. No te imaginas el miedo que
tuve al hacerlo, pues ya había sufrido daños en la cola. Tuve que llenarla de
harina y comer huevos para aclararme la voz, hasta que les convencí para que
abrieran. Entonces me di un gran banquete, aunque sólo conté seis cabritillos...
Y cuando me fui a hacer la digestión, acostado debajo de un árbol, vino el
séptimo cabritillo con su madre y sacaron a todos sus hermanos otra vez.
Todavía no me había dado tiempo a hacer la digestión y tenía el estómago vacío
de nuevo. En algunos cuentos dicen que me lo llenaron de piedras, pero no es
verdad, porque salí huyendo de allí tan deprisa como pude.
Ya en
el bosque, intenté tranquilizarme, pero entonces escuché la voz de una niña que
iba cantando una canción, muy contenta. Iba a casa de su abuelita a llevarle un
queso, un pastel, y una jarrita de miel. Me asomé entre unos arbustos, y me
acerqué a hablar con ella. Enseguida me enteré de dónde estaba la casa de su
abuela, así que me adelanté a ella para darme un doble banquete.
¡Qué
vergüenza! Allí tuve que disfrazarme de anciana y simular que tenía la voz
cascada por la edad, pero no tuve tiempo de probar un solo bocado. Había
escondido a la abuela en el armario, para el postre, pues su nieta era más
tierna, pero sus gritos alertaron a un leñador que corrió detrás de mí con un
hacha tan grande que casi no tuve tiempo de volver a entrar en el bosque y
esconderme durante algunas semanas. Como ves, siempre estoy huyendo, y
siempre tengo hambre.
-
Es que se te ocurre cada
cosa... Mira que querer comerte a Caperucita, a su abuelita, a los tres
cerditos y a los pobres cabritillos... ¿Has probado a comer otro tipo de
alimentos que no sean carne?
-
¡Puag! ¿ Y si como zanahorias
y me convierto en un conejo? ¿ O como cereales y me convierto en una gallina?
No podría resistir el convertirme en una oveja después de haber comido hierba.
-
Lobo, lobete, no seas
ignorante, nadie se convierte en otro animal por comer frutas, verduras o
cereales. A lo mejor descubres que tu estómago está menos pesado cuando tomas esos
alimentos, y así no tienes que comerte a nuestros amigos.
-
Sólo recuerdo un día que comí
hasta saciarme, y tuve una enorme indigestión. Había un pastor llamado Pedro
que cuidaba a sus ovejas y había cansado a sus vecinos de tanto decir que yo
llegaba, así que el día en que asomé por allí el hocico, aunque el pastor
gritaba a todo pulmón, nadie acudió a ayudarle, dándome a mí tiempo a comerme varias de sus jugosas ovejas. Lo peor
fueron las dos o tres noches siguientes, que no dejó de dolerme la tripa ni un
instante.
-
Eso te ocurrió por glotón.
Oye, lobete, ¿no oyes una música a lo lejos?
-
A ver, a ver... Sí, pero no
entiendo la letra de la canción.
-
Ven, vamos a acercarnos a
esos árboles. El sonido viene de allí... ¿Ves esa casita? Parece que estén celebrando
una fiesta. Ahora sí se oye bien: “Hola mi amor, yo soy tu lobo, quiero tenerte
cerca para verte mejor. Hola mi amor, soy yo tu lobo, quiero bailar contigo un
lindo Rock and Roll...”
-
Qué bien lo están pasando. Es
una fiesta, con muchos amigos... Cómo me gustaría estar ahí con ellos.
-
¿Ves a Caperucita, los tres
cerditos, los cabritillos y todos los animales de la granja? También hay
pájaros, ardillas y ciervos. Creo que es un buen momento para que te acerques y
te disculpes por haber sido tan feroz.
-
Me da vergüenza, y no sé
bailar.
-
Mira, además están comiendo
naranjas, fresas, coles, zanahorias, pasteles de fruta y pudin de cereales. Si quieres, yo te
acompaño y te enseño a bailar.
Y así fue cómo el lobo dejó de ser tan feroz
y aprendió a tener amigos. ¡Ah!, y a
bailar Rock and Roll, que no dejó de practicar en todas las fiestas a las que
acudió desde entonces.
FIN
Elena Martín
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